José Manuel Gómez Velasco

Nació en Roa en 1957

Estudió en la Facultad de Medicina de Valladolid, y posteriormente cursó, vía MIR la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria en el Hospital Clínico universitario de esa ciudad. 

Fué durante unos años Coordinador de equipos de atención Primaria del área Este de Valladolid, y actualmente trabaja como médico en el Centro de Atención Primaria "La Pilarica" de Valladolid, donde también es tutor extrahospitalario de médicos residentes.

Reflexión sobre el paisaje en la zona de Roa

Vivo la mayor parte del año en Valladolid prácticamente desde 1975 en que me vine a estudiar, es decir que he pasado aquí mas de dos tercios de mi vida. Sin embargo me siento mucho mas de Roa que de Valladolid. No sé si será cierta o no la frase de Manuel Vicent de que uno se siente del lugar donde ha hecho el bachillerato (o su equivalente cronológico-sentimental) pero, en mi caso, desde luego, eso se cumple totalmente. 

LLevo toda la vida pateándome la comarca de Roa y alrededores. Mi visión del paisaje no tiene nada de objetiva sino que es bastante apasionada, pero creo entender que de eso se trata, así que vamos a ello:
En primer lugar lo que mas me llama la atención de los alrededores del pueblo desde el punto de vista paisajístico es su gran variedad.

Al Sureste, está la Vega, prácticamente llana, con tierras de labor en las que se cultivan tradicionalmente productos de regadío de lo mas variado pero fundamentalmente remolacha y alfalfa (también maíz, zanahorias, cebollas, puerros, etc.). Estas tierras, están salpicadas de replantaciones de olmos para madera y de pequeñas huertas cerca de las acequias y de los arroyos.

El paisaje lo dominan los ríos (Duero y Riaza) cuyas riberas están flanqueadas por densas choperas y, al fondo, se eleva suavemente el terreno, y los cultivos dejan paso al monte de Roa, con árboles y arbustos de hoja perenne: encinas, pinos, carrascos y robles. Todavía mas allá, en el horizonte, se ven las elevaciones del Sistema Central cuyas cimas, en invierno, se ven desde el Espolón cubiertas de nieve.

Al Noroeste del pueblo se extiende fundamentalmente la Campiña, con pequeñas colinas , en cuyas suaves ondulaciones, hace años se plantaban tanto cereales (trigo, cebada, avena, centeno) como viñas, y en las que ahora , debido al enorme auge de la Denominación de Origen Ribera del Duero, predomina claramente la vid.
También, cuando cuadra con las subvenciones agrícolas, se ven campos de girasoles que antes eran absolutamente excepcionales en nuestro paisaje y hasta plantaciones de maíz.
Así mismo destacan en la campiña, pequeños islotes formados por bosquecillos de pino piñonero y algunos árboles aislados que también alegran la vista y que suelen ser nogales (algunos enormes y preciosos), almendros (casi siempre en grupos que en primavera se ponen guapísimos cuando se engalanan con flores).

En ocasiones, un cerezo, un manzano, un peral o alguna higuera despistada. En esta zona el cerro testigo de la Cuesta Manvirgo, es el rey del paisaje y todas las perspectivas y todas las miradas convergen en él.
Mas allá, en Valcabado, Guzmán , Villaescusa, Olmedillo, etc. Se extiende el Páramo , absolutamente llano, de tierra pobre y pedregosa sembrada casi exclusivamente de cereal y cuya monotonía solo es rota por algún majano , y a veces una pequeña cabaña, un palomar o algún heroico arbusto. 

Otra cosa que me parece destacable del paisaje raudense, es que está totalmente humanizado, quiero decir modificado por el hombre, como no podía ser menos teniendo en cuenta que se han encontrado vestigios de asentamientos humanos en la zona datados en la edad del cobre unos 2500 años antes de Cristo (que se dice pronto). Los únicos restos del paisaje original, quizá sean aquellos islotes de pinos de la campiña de que antes hablábamos y por supuesto el monte de Roa que probablemente constituye una muestra de cómo era la mayor parte del valle del Duero antes de la llegada del hombre agricultor a la zona (los cazadores recolectores, que llegaron mucho antes, probablemente no modificaron mucho el paisaje ancestral).

Por suerte o por desgracia, y porque en nuestro pueblo “semos como semos” , Roa es uno de los pocos pueblos en los que no hubo manera de hacer la concentración parcelaria. Esto ha supuesto que todavía haya caminos antiguos por los que es una delicia pasear, y pequeñas parcelas y huertecitas que en otros sitios casi han desaparecido y que aquí dan una variedad y un encanto al paisaje que, con la concentración, probablemente se habría perdido. 

Me encantan también las antiguas, pero todavía en pleno uso, denominaciones de los términos y lugares. Me suenan fenomenal, y me parecen palabras preciosas por ejemplo: Fuente el Horno, Las Huertas, Las Fridas, Morales, Valera, Fuente Nogal, El Vergueral, El Parral, Carranzuela, Carrahoyales, La Gloria, Carrasalinera, Las Tenerías, El Estrecho, La Linde, etc, etc…. Como se dice allí, estas palabras son mas de Roa que El Dujo, o que el Escurridizo (incluso mas de Roa que yo). 

Es evidente que la implantación de la Denominación de Origen Ribera del Duero ha supuesto un gran beneficio económico para el pueblo y es enormemente positiva, de acuerdo.

No obstante, desde el punto de vista estético, creo que el paisaje de la campiña ha perdido bastante.
Ahora todas las viñas son iguales tanto en la técnica de plantación, con separaciones amplias entre cepas, riego automático por microgoteo, alambres guías, etc., como en la variedad de uva utilizada que ahora prácticamente se limita al “Tempranillo”, mientras que antes, en todos los majuelos había también cepas de moscatel, jaén, teta de vaca, albilla, elvira, garnacha, etc. Esto hacía que los otoños, en el campo de Roa, fueran una explosión de color, porque cada variedad de cepa, tenía un tono cromático y un ritmo de caída de las hojas distinto. Por ese motivo, y en un momento dado, había cepas de color verde coincidiendo con otras amarillo claro, marrón, ocre y todos los tonos intermedios lo cual era mucho mas vistoso que la actual uniformidad (sin mencionar que los campos de vides no predominaban tanto como ahora, y también convivían con tierras de cereal que contribuían a darle otro aire al paisaje).

Qué le vamos a hacer, no se puede tener todo .

Otra cosa que echo de menos en los paseos de ahora comparados con los de mi infancia y adolescencia, es la cantidad y variedad de pájaros que antes adornaban el paisaje y que ahora, aunque se ven algunos, han disminuido de forma drástica, no sé cual será el motivo. El caso es que antes se veían jilgueros (es decir “sietecolores”), verderones, alcotanes, abubillas, lechuzas, búhos, “pica agujeros”, cuclillos, ”acucurujadas”, alcaravanes, mirlos, alondras, gorriones, calandrias, golondrinas, vencejos, grajos , cuervos, lavanderas, etc, etc. Y ahora solo se ven urracas.

¿Qué fue de las amapolas, qué se ficieron?.

En fin, acabo haciendo referencia por un lado a los “paisajes panorámicos”, y por otro a los “rincones íntimos”: 
En Roa y alrededores, hay lugares desde donde se puede disfrutar de algunas vistas preciosas. Mis favoritos son El Espolón, las eras de San Blas, la cruz de San Pelayo, la sede de la Denominación de Origen, las antiguas eras de los nogales, lo alto de la Cuesta Manvirgo (todo alrededor), el mirador de Haza (desde ahí son también espectaculares las noches de verano con la Vía Láctea extendiéndose de este a oeste), la Cruz de San Martín y el mirador de Valcabado.


En cuanto a los rincones, cada raudense tiene los suyos predilectos casi siempre acompañados de recuerdos y vivencias personales pero, independientemente de factores individuales, yo creo que tienen objetivamente mucho encanto, lugares como el Pino Doncel de La Horra, la estación de tren abandonada de Roa , la boquilla del Riaza, la Isla, el puente de hierro, la casilla del monte, los caminos de Carravalcabado, Boada y San Martín y, sobre todo, creo que tiene un enorme sabor y un algo muy especial, el Puente Viejo, que es una verdadera maravilla y que lamentablemente está cada vez mas abandonado y con accesos cada vez mas difíciles.

José Manuel Gómez Velasco


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